El profesor Simón Herrera comparte con nosotros un poco de los 66 ECS UCV

Pasillos con calidez
Simón Herrera

No podría definir mi relación con la Escuela de Comunicación Social de la UCV de otra forma, sino como una relación de profundo afecto. Mi historia no empieza en septiembre de 2002, cuando comencé mis estudios de pregrado, sino mucho antes. Quizá desde que mi madre me llevaba en el vientre y seguía impartiendo clases durante las noches. Sí, mis padres fueron docentes aquí también y parte de mi niñez ocurrió entre los pasillos de esta cálida literalmente- escuela. Y cuando no corría por los pasillos estaba en ese cubículo que mi madre compartía con la muy querida María de los Ángeles Serrano, mejor conocida como Malele.

Pero mejor resumamos esa larga historia de años a la etapa académica. Sin lugar a dudas lo primero que recuerdo es enfrentarme a una terrible verdad empezando la carrera: no sabía escribir. A pesar de lo mucho que disfrutaba leer, esta escuela me hizo ver que no tenía ni idea de dónde estaba parado. Eso fue lo primero que aprendí aquí, a escribir. Luego a leer más allá del acto mecánico de leer. Y finalmente a percibir la realidad que está a mi alrededor, a entenderla, a curiosearla, a desmembrarla, a armarla nuevamente.

Si hay algo que resaltar de la ECS, es su calidez –literal- que hace que uno se sienta refugiado aquí, que quiera estar, compartir, comer y por qué no, hasta dormir en sus pasillos. Pero ese calor también es humano y también lo encontramos en las aulas. Los profesores que tuve, brillantes por demás, se empeñaron en expresarnos su amor por esta carrera y se empeñaron en el amor que debemos sentir al ser y hacer comunicación. No sé si se ponían de acuerdo para ello, pero sin duda surtió efecto. Quienes pasamos por este recinto difícilmente salimos por haber alcanzado el 10, sino por haber crecido académicamente, intelectualmente y también como personas.

Son 66 años que cumple nuestra escuela. Ya es adulta mayor, ya es “abuelita”.como tal, tiene muchísimas historias que contar a estos miles y miles de hijos, nietos y tataranietos que han salido de sus pasillos. Por supuesto, esas historias no existirían sin nosotros, quienes decidimos ingresar en ella con una fuerte convicción de que podemos cambiar el mundo con nuestro título. O como dice la profesora Rafaela Cusati: “todos entran aquí siendo Superman”.

Volver aquí, luego de unos años, como profesor es doblemente gratificante. Puedo seguir formando parte de esta historia y retribuir con lo que he aprendido aquí. Cantemos cumpleaños, piquemos una torta, pero sobre todas las cosas, celebremos y honremos la vida de nuestra casa de estudios siendo profesionales, entregando con amor la formación que hemos recibido. Pero por encima de todo, recordando que más allá de un producto que hagamos en nuestro día a día, nos debemos a la comunicación como acto para llegar al otro. Seamos multiplicadores entonces de esa calidez que recibimos aquí, de esa calidez que lleva 66 años regalando la ECS y que seguro seguirá dando por muchos años más.